DOS PROCEDERES DESTRUCTIVOS

30.03.2012 23:08

Cuando uno lee en Las Escrituras la historia del Rey Saúl, se da cuenta de cómo un líder llamado por Dios para gobernar a su pueblo Israel, teniendo todo a su favor, termina, después de una serie de fracasos, ante Dios y su pueblo, perdiendo la bendición divina, el respeto de una parte de su pueblo, no trajo unidad a la nación y al final de sus días perdió la batalla contra los filisteos y como resultado de lo anterior, no pudiendo soportar la humillación de la derrota, no quiso volverse a Dios y en su desesperación huyó por la puerta falsa del suicidio. (1 de Samuél 28:15,16; 31:4,5.)

¡Triste fin para un ungido de Jehová! (1 de Samuél 9:17; 10:1.) Un hombre de origen humilde, apariencia atractiva (1 de Samuél 9:1,2), Valiente (1 de Samuél 11:11), Magnánimo con sus enemigos, terminó su existencia literalmente sin cabeza y con su cuerpo colgado en un muro (1 de Samuél 31:8-10.)

¿Qué lección hay para nosotros, pueblo de Dios, principalmente para todos aquellos que han sido puestos al frente de su pueblo?

Ancianos, obreros, nacionales y extranjeros, líderes juveniles y maestros de ‘escuelas dominicales’, entre otros tantos.

¿Qué enseñanza podemos extractar de la vida de un hombre que, inicialmente, lo tuvo todo y terminó arrastrando a su misma familia y amigos más fieles al sepulcro (1 de Samuél 31:6), dejando como herencia un conflicto civil que costó muchas vidas, destrucción y dolor al pueblo de Dios?, qué impidió a David, ungido de Jehová, tomar el control de toda la nación por varios años (1 de Samuél 3:1.) ... "Y estas cosas les acontecieron como ejemplo y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos." (1 de Corintios 10:11.)

Entre Saúl y muchos líderes cristianos de nuestros días, existe un paralelismo impresionante, con honrosas excepciones, en el caso de Saúl su caída espiritual es progresiva, como bola de nieve que va en aumento con el paso del tiempo: en 1 de Samuél 13:9-14, ofrece holocaustos en el altar, usurpando el ministerio sacerdotal que Dios había dado a Samuél. Realizó lo que no le correspondía. Como obreros encomendados, no es correcto, aunque se haga con buenas intenciones, desplazar en autoridad a los ancianos y actuar a espaldas, ausencia o en presencia de ellos, sin someterse a su autoridad, porque esa es una función que Dios delegó a los ancianos en cada asamblea local. No es potestativo de un solo hombre pasar por alto lo que Dios ha dado a otros (1 de Pedro 5:1-3.)

El escritor José Vera dice: "Un obrero de tiempo completo no es más que los otros ancianos y se debe al consejo de los ancianos en sus decisiones, así no esté de acuerdo con ellos. Si no se sigue este principio de gobierno colegiado, se viene a caer en la figura del pastor único que practican muchas iglesias protestantes y los católicos. Gobierno jerárquico: primero el pastor, segundo los ancianos, tercero los diáconos, cuarto los que colaboran", y por último el pueblo, que siempre dice a todo amén.

Cuando se llega a una situación de estas, ¿dónde queda la sana doctrina de que tanto hacemos alarde? ¡Ojo, siervo de Dios! No debemos agradarnos a nosotros mismos sino a Dios. El sometimiento al gobierno de los ancianos debe respetarse, no por vía de concesión sino porque Dios lo ha establecido para su Iglesia. La única excepción es cuando se inicia una obra y no hay cuerpo de ancianos, y aún así se debe actuar con espíritu humilde rodeándose de los hermanos que tengan más discernimiento.

En su descenso espiritual, Saúl recibe la orden divina de destruir al pueblo amalecita, su rey y todas las pertenencias de esta nación (1 de Samuél 165:1-3), pero Saúl "perdonó a Agag rey, lo mejor de las ovejas, ganado.... y todo lo bueno" (1 de Samuél 15:9.) El pecado de Saúl es que pasó por alto cuando Samuél le dijo: "Ahora pues estad atento a las palabras de Jehová..." (1 de Samuél 15:1-3.). Quizá los motivos de Saúl eran para él razonables y prácticos. ¡Para qué matar al rey, si había exterminado a su pueblo?, un poco de misericordia le hará aparecer ante su pueblo con la imagen de un rey compasivo, y ¿para qué destruir tanta riqueza si ellos la podrían utilizar?. Quizá Saúl pensó como político: "ya cumplí con la mayoría de lo que Dios me ordenó y ahora debo pensar en mí y en mi pueblo..."

¿No actuamos como Saúl en muchos casos, conservando costumbres, hábitos y maneras de razonar y de comportarnos con los demás, que el Señor nos ha ordenado destruir? (Efesios 4:22-24.)

Pronto el joven David aparece en escena. Desde muy temprano Saúl reconoce a David como ungido por el Señor, el cual ocuparía el trono de Israel en su lugar (1 de Samuél 24:20-21.) El viejo rey lo sabía, pero no lo aceptaba de corazón; celos y envidia se manifestaron, no solo procurando su muerte, sino desterrándolo de sus dominios. Tal vez razonaba "este joven inexperto no hará las cosas bien", pero en lo más profundo de su corazón se negaba a ser desplazado y a quedar en la retaguardia. A Saúl le gustaba ejercer autoridad y recibir alabanzas (1 de Samuél 18:7-9.) ¿Cuántos "Saúles" habrán en nuestras asambleas?, cierto es que los jóvenes no tendrán la experiencia de los "curtidos en mil batallas", pero en muchos casos sí: el entusiasmo, la energía, la sinceridad y los deseos de ser útiles, caracterizan a los jóvenes. Cuando un siervo del Señor observa en los más jóvenes aportaciones positivas al pueblo de Dios, debe aceptarlos con gozo y brindarles oportunidades en el ministerio, según sus capacidades, al fin de cuentas, ellos serán en un futuro los ancianos, los evangelizadores, maestros y obreros dedicados a la Obra del Señor.

Los Obreros y Ancianos deben recordar: "que mejor es joven y sabio que rey viejo y necio que no admite consejo." (Eclesiastés 4:13), y que muchas veces no se es sabio por tener ochenta años.

Nos dice José Vera: "recuerden, siervos del Señor, de tiempo completo, pastores, y el resto de líderes, que los ministerios no son vitalicios", hereditarios, ni tampoco se reciben como sacramentos al estilo Católico Romano, es de sabios dar paso a los "David" que el Señor va llamando. No seamos insensibles cuando el Espíritu Santo nos muestra la obra del relevo, aprendamos de los errores de Saúl, sino queremos quedar "colgados en los muros" del rechazo del pueblo de Dios.

Pero la palabra tiene una amonestación para los jóvenes que Él ha llamado a su servicio, "los pequeños David" deben recordar que sus antecesores deben ser respetados, consultados y tenidos en cuenta en la medida en que ellos han servido, enseñado y amado al pueblo de Dios, y aún si ellos equivocaron el camino, se debe imitar el ejemplo de David cuando estando en sus manos hacerle daño al rey Saúl, no solo lo perdonó, sino que exclamó con corazón temeroso: "Jehová te ha puesto hoy en mis manos... me dijeron que te matase... dije: No extenderé mi mano... porque es el ungido de Jehová." (1 de Samuél 24:10.)

Recuerden jóvenes: David no sacó a empujones al viejo monarca, él tuvo la grandeza, sabiduría y humildad para esperar el tiempo de Dios, él no estaba ansioso por ocupar el lugar de poder, sino que respetó al anciano monarca hasta el final y más allá del fin (2 de Samuél 1:11-12.)

¡Es esa nuestra actitud cuando un "Saúl" cae ya sea por la edad o errores personales! ¡Pobre las congregaciones que caen en manos de "saúles" que se resisten a entregar la "corona", y pobre también las congregaciones que caen en manos de jóvenes "Roboanes" que dejan "el consejo de los ancianos, porque no les gustan y buscan en los más jóvenes lo que solo sus orgullosos corazones quieren oír! (1 de Reyes 12:1-16). El fin de estos últimos será tan triste como el de los primeros. Ninguno logrará la bendición del Señor porque su arrogancia, celos y orgullo, minará la unidad del pueblo de Dios.

El síndrome de Saúl y Roboam está presente en muchos obreros de tiempo completo y ancianos de nuestras asambleas y algunos para encubrirlo, gobiernan por medio de personas recién convertidas y escaso conocimiento de La Palabra, aunque sinceras. Son "el poder detrás del trono." Dios aborrece la soberbia del manipulador. Sería bueno hacer un examen de conciencia e ir al Señor de todo corazón y pedirle con humildad, como lo hizo David: "Examíname oh Dios y conoce mi corazón, prueba y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mi camino perversidad y guíame en el camino eterno." (Salmo 139:23-24.)

Si tu estás actuando como un Saúl o un Roboam, de buena fe despierta, arrepiéntete y cambia antes que el Señor te saque como a Saúl o tengas que huir como Roboam y apartar de tu congregación parte del pueblo de Dios. (1 de Reyes 12:16-19.)

NOTA DEL AUTOR:

Si el presente artículo te causa molestia, no debes enojarte contra el escritor. Examina tu corazón ante Dios y pídele que te revele lo más profundo que hay en tus motivaciones. Recuerda la palabra de Dios en el libro a los Hebreos 4:12-13.

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