SAL Y LUZ

30.03.2012 23:24

Tenía diecinueve (19) abriles cuando conocí a don Roberto; hombre amable, dedicado a sus negocios y consagrado padre de familia. Se decía en el pueblo que era un hombre afortunado, pues gozaba de buena salud, cierta prosperidad, tres hermosas hijas y una linda y joven esposa; pero un día le cambió la "suerte", porque por razones que escapan a nuestro humano conocimiento, este buen hombre en cuestión de meses perdió todo: dinero, mujer, hijas y para rematar tanto infortunio; un cáncer, después de terribles dolores, en seis meses lo arrastró al sepulcro.

Los que conocieron el triste fin de nuestro hombre, decían que le había "caído la sal" y el cura del pueblo en su sermón dominical comentaba que don Roberto estaba "salado" porque el Señor no permite que un hijo suyo termine de forma tan miserable".

Quizá, (pienso yo ahora) el sacerdote hacía alusión a Deuteronomio 29:20-25 donde la sal es emblema de enfermedad, desolación, pérdida, dolor y ruina. A don Roberto nunca lo juzgué, ni me atrevo ahora en el atardecer de mi vida, a decir de él lo mismo que comentaron los vecinos y el ministro católico; pero lo que sí sé, por las Escrituras, que todo el que pasa a la eternidad sin el dador de la vida, Cristo el Señor "serán salados con fuego… en el fuego que nunca puede ser apagado". (Marcos 9:44-49 N.V.I.) (Así nunca pase, por el calvario de sufrimiento por el cual pasó el hombre de nuestra historia).

Pero también en las Escrituras, la sal es emblema de hospitalidad, subsistencia y preservativo que evita la corrupción y que el hombre a través de todas las edades ha utilizado como condimento para darle sazón a ciertos alimentos. Es en este sentido, que el Señor Jesucristo utilizó la sal como un medio para enseñarnos lo que debe ser la vida de todos aquellos que seguimos sus pisadas. "Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿Cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada… Ustedes son la luz del mundo, una ciudad en lo alto de una colina no se puede esconder, no se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón… (Mateo 5:13-16 N.V.I.) .

Permítanme glosar las palabras del Señor: "Sean ustedes como la sal denle buen sabor a sus vidas y a las vidas de los demás. Que a su lado las personas puedan verme a Mí. Que ninguno de ustedes viva sin haber despertado en otros: alegría, ánimo y buenos sentimientos; echen a volar en otros la esperanza, siembren paz, den amor. Sean también como la luz. Que su testimonio como hijos de luz alumbre a todas las personas con que ustedes se relacionan".

Porque como dijo Cervantes en su Quijote: "es infinito el número de los desalumbrados…" Y mi consejo es: No escondan la verdad en cualquiera de sus manifestaciones, pero principalmente esa y única verdad que lleva a la vida eterna; Cuenta esta verdad con amabilidad, humildad y alegría.

Pienso que Jesucristo al pronunciar estas palabras "Vosotros sois la sal, Vosotros sois la luz" estaba en una de las colinas que rodean al Lago de Genesaret, allí pronunció el famoso Sermón del Monte que conocemos como las Bienaventuranzas. Es este Sermón, en mi concepto, el nivel más excelente de una vida cristiana que va más allá del dogma y de las letras del decálogo. Es la vida de Cristo en mí y en ti querido hermano(a). Pero después de pronunciar las Bienaventuranzas el divino Maestro pasa a enumerar las formas prácticas de manifestar esas Bienaventuranzas en el orden social y comunitario y es en ese instante que presenta a sus oyentes y a nosotros la vida cristiana que se abre y se manifiesta en nuestras relaciones interpersonales. Reduce el testimonio en estas palabras: "Sean en sus efectos benéficos, como la sal y como la luz".

Quizá Jesucristo, cuando impartía esta enseñanza, estaba observando la caravana que subía con sus cargas de aceite, vino y sal. Esa sal que se extraía del Mar Muerto. Era una sal pura pero que al dejarla al aire, la humedad le hacía perder su calidad de dar sabor a los alimentos; entonces la arrojaban al camino y era pisada por los hombres y las bestias, no tenía valor práctico. Cristo estaba pensando en los testimonios que se transforman en antitestimonios. El veredicto del Señor es lapidario: "Ya no sirve para nada…" triste realidad; porque nada es eso: NADA.

Caía la tarde y el disco solar se escondía en el horizonte, la penumbra comenzaba a extender su oscuro manto en valles, montes y aldeas que rodeaban el lago; las señoras de casa empezaban a encender sus lámparas de aceite y las palabras del Señor nos llegan a través del tiempo. Es un llamado a la reflexión y a la acción: "Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón, por el contrario, se pone en una repisa para que alumbre a todos los que están en casa". ¿Sí, alumbra esa luz en nuestra casa? ¿Qué se dice de nosotros a nivel comunitario? ¿Es nuestra luz brillante u opaca? ¿Somos portadores de la luz de Cristo o de una religión, o Apóstol o Profeta moderno? ¿O quizá de un sistema político o de un tipo de humanismo cristiano? Si es así, nuestra luz son tinieblas. ¿Qué de nuestro carácter? ¿Refleja las virtudes de nuestro bendito Señor de la gloria? ¿Qué hay de nuestro espíritu de servicio, cuando alguien toca a las puertas de nuestro corazón, en busca de un buen "samaritano"? las palabras de aquel que lo dio todo por nosotros susurra tiernamente a nuestro corazón: "Ustedes son la luz del mundo… Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos –El mundo sin Cristo- puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo (Mateo 5:14,16 N.V.I.).

Juan el evangelista nos da testimonio de como Cristo manifestó en su vida, lo que ES LA SAL Y LA LUZ EN ACCIÓN, cuando con toda autoridad nos dice: "Este es el mensaje que hemos oído de El y que os anunciamos: Dios es luz y en El no hay ninguna oscuridad… Si vivimos en luz, así como El está en la luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado."

Que el Señor nos ayude en nuestra debilidad a: SER SAL DE LA BUENA Y LUZ QUE NO SE APAGUE.

No perdamos nuestra comunión con El, para que El sea reflejado en nuestras buenas obras y las personas puedan ver en nosotros santidad, justicia y amor del que es fuente de toda bendición: CRISTO EL SEÑOR.

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