APRENDER VIVIENDO

30.03.2012 23:50

No se engañen…El hombre siempre recogerá lo que siembre.  Si siembra para satisfacer los apetitos de su naturaleza humana estará plantando la semilla del mal…y recogerá como fruto corrupción y muerte…” Gálatas 6: 7,8 LBD.

No por casualidad llego a mis manos un libro escrito por un colombiano –Andrés López- en una prisión de U.S.A.  En el escrito don Andrés narra con lujo de detalles el tenebroso mundo del crimen organizado al cual perteneció, y que hoy arrepentido denuncia con el propósito de que muchos, principalmente los jóvenes en busca del dinero fácil, no cometan el mismo error que él cometió y del cual tuvo que responder ante la justicia de esa nación.

El Cártel de los Sapos” es la historia bien documentada y dramatizada en la cual el autor nos cuenta el origen, la trayectoria y el fin de personas que endurecidas en el crimen y ávidos de poder y riquezas fáciles destruyeron reputaciones, sembraron terror en campos y pueblos  y segaron miles de vidas, personas de origen humilde que no soportaron la pobreza y escogieron caminos de sombras y muerte –arrastrando en torbellino de maldición a sus  familias- cumpliéndose en ellos la sentencia divina: “No se engañen; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segara” Gálatas 6:7.

Las personas mencionadas en el libro –son reales, vivieron en la región donde yo vivo- se habían trazado una meta: ser ricos y poderosos sin trabajar y con tal propósito hicieron suyo aquel maligno principio de “que el fin justifica los medios” y lograron amasar enormes fortunas a cambio de miseria, desolación y miles de tumbas, dinero manchado y mojado por sangre y lagrimas. Solo Dios sabe cuántas viudas, huérfanos y ancianos quedaron sin sus seres queridos y en desamparo.

Si, no fue casualidad que este libro llegara a mis manos.  Dios tuvo un propósito: que a la luz de lo leído hiciera esta humilde reflexión que quiero compartir con usted y también que al leerlo me proyecto al pasado y trajo remembranzas de mi origen y juventud.  Porque yo como los hombres que dieron origen al cártel nací, como ellos, en un hogar donde la pobreza con toda su dureza se había trasladado con “maletas” y todo a vivir en mi humilde hogar materno.  Yo  como ellos fui tentado en mis años juveniles a hacer riqueza por los atajos del mal.  Digo muy tentado porque pensaba que la riqueza era la oportunidad de poseer de todo y en cambio la pobreza era la abundancia de no tener casi nada. ¿Qué me hizo diferente a ellos?, ¿Era yo bueno y ellos malos? Claro que no.  Escrito esta: “No hay justo, ni uno; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.  No hay temor de Dios delante de sus ojos” Romanos 3: 10, 12,18.

Mi diferencia con ellos no la puedo explicar con razonamientos humanos, solo puedo creer que Dios en un acto de Misericordia y por las plegarias de mi madre, cuando era un niño, puso en mi corazón otro sentir, otro obrar y otro vivir.  Ahora si me permito a vuelo de pájaro contarles algo de lo que aprendí viviendo.

Aprendí que no es sabio tomar decisiones pasando por alto en la vida los principios universales de la Ley divina y salir indemne.  Aprendí que nuestras decisiones personales marcaran nuestro destino aquí y en la Eternidad: “El dará a cada uno el pago que merece…vida eterna a quienes…cumplan la voluntad  de Dios…pero castigara terriblemente a quienes…anden en caminos perversos, la ira de Dios caerá sobre ellos” Romanos 2:6, 7,8 LBD.  Aprendí que es un don de Dios llegar a la ancianidad con la paz de Dios en el corazón –aunque desprovisto de bienes materiales- que rico y con una aplastante carga de maldad en el alma.

A la luz de lo que he visto, vivido y experimentado, he podido discernir el peligro de la ambición de poder y bienes materiales y el por qué el divino maestro nos advierte: ¡Mucho cuidado! No anden deseando lo que no tienen.  La vida no depende de la abundancia de bienes. Un rico tenía una finca muy fértil que producía excelentes cosechas, tan productiva era que llegó el momento en que no tenía espacio…para almacenar los frutos. Tuvo que sentarse a buscar una solución al problema.  Por fin exclamo: “Ya sé, derribare los graneros y los edificare mayores…y podré recostarme y  decirme: Alma mía, ya tienes para muchos años.  Ahora a descansar, a comer, a beber y a andar de fiesta”.  Pero Dios dijo: "Necio.  Esta noche morirás.  ¿Quién gozara de todo eso?” El hombre que acumula riquezas en la tierra y no las acumula en el cielo es necio”.  Lucas12:14-21. LBD.

Hoy cuando el sol de los venados ha llegado a mi vida he aprendido que la vida que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros es única, especial, maravillosa y sagrada, quitarla es romper el propósito divino por el cual el eterno la creo.  Vivimos para tener la oportunidad de dar comprensión, respeto, servicio, perdón y amor.  Vivimos para ser luz.  Vosotros sois la luz del mundo (nos dice el Señor Jesús).

Hubo un tiempo en mi juventud que como el Rey Salomón sentí cansancio y hastió de la vida y como él decía: “Mire todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí todo ello es vanidad y aflicción de Espíritu” Eclesiates1:14.  Y esta visión del Rey fue porque el “miró debajo del sol” esto es: No tenia visión de Dios y la Eternidad. Fue en ese tiempo que escuche la invitación del dador de la vida; Cristo el Señor el cual decía a mi triste y joven corazón: “venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”  Mateo 11: 28.

Hoy se que la vida no es un fenómeno producto del tiempo y la casualidad.  Ella es la obra maravillosa de un ser infinito, todo poderoso, sabio y amoroso, que nos creo con un propósito de gracia y amor; y ese propósito es que Cristo sea formado en nosotros.

Es verdad que se aprende viviendo pero para aprender bien es indispensable aceptar la invitación del Salvador: “…Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón: y hallareis descanso para vuestras almas”. Mateo 11: 29.

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