SOBRIO, JUSTO, SANTO, DUEÑO DE SÍ MISMO

30.03.2012 23:07

(TITO 1:8)

"…PERO ES NECESARIO QUE EL OBISPO SEA IRREPRENSIBLE, MARIDO DE UNA SOLA MUJER…" I DE TIMOTEO 3:2ª

Ministrar la Palabra de Dios para el siervo que ha sido llamado a cuidar "Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; 3no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado…" (I DE PEDRO 5:2-3), es un hermoso privilegio que conlleva una enorme responsabilidad.

Si bien es cierto que todos los creyentes somos responsables ante el Señor por nuestras vidas, talentos y dones, porque todos somos sin excepción llamados a ser testigos de Cristo, hemos sido puestos como atalayas, pues tenemos "en derredor nuestro tan grande nube de testigos…" (Hebreos 12:1). Cuánta mayor responsabilidad los que, siendo ancianos en las asambleas, somos llamados a ser "…ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza." "…Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello…" (I Timoteo 4:12,16). "Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo…" (Efesios 4:11-12).

Es delicado impartir la Palabra de Dios a la asamblea en la cual estamos sirviendo al Señor y a nuestros hermanos, pues un anciano debe enseñar, orientar y cuidar con fidelidad, conociendo nuestra propia debilidad, flaqueza y limitaciones y reconociendo que no tenemos lucha contra sangre y carne", en Su Gracia soberana somos amonestados a ser "sobrios, prudentes, decorosos, hospedadores, aptos para enseñar, amables, apacibles…" y a tener "buen testimonio de los de afuera…" (I de Timoteo 3:2, 3, 7).

En el gran Rey David tenemos un aleccionador ejemplo. Cayó de su posición espiritual cuando en su corazón la concupiscencia lo arrastró a tomar la mujer ajena y el no contenerse sexualmente, lo llevó al asesinato del amigo que defendía su reino en el campo de batalla. Cuántos han pecado por el corazón lujurioso, ocasionando daño a la obra cristiana y dañando su testimonio sin posibilidad de recobrar la confianza y aprecio de los hermanos, en el mismo grado que gozaban antes de su caída, así se hayan arrepentido.

El ojo lujurioso, el apego a las comodidades, el amor centrado en nosotros mismos, son malas hierbas en nuestro huerto espiritual. Sólo la plenitud del Espíritu Santo en nosotros puede capacitarnos para resistir el mal en todas sus manifestaciones. Esa fue la experiencia de Pablo, el apóstol, y puede ser la nuestra también: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2:20). Y eso y no menos que eso s lo que necesitamos URGENTEMENTE, los que ministramos la Palabra al pueblo del Señor: CRUCIFIXIÓN, sin la cual nuestro ministerio será pobre e ineficaz.

El Señor dice en Su Palabra por boca del apóstol: "…os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, 2con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor." (Efesios 4:1-2). ¡Cómo debemos orar con persistencia y sinceridad al Señor para que nos fortalezca contra el mal! Precisamente por la flaqueza que hay en nuestra propia naturaleza, es que somos instados: "Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil." (Mateo 26:41).

En esto sí debemos tener presente las palabras de Juan el Bautista cuando él se comparaba con nuestro Señor Jesucristo ante el interrogante de los judíos: "¿Tú quién eres?", su respuesta nos muestra la verdadera humildad: "Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado." (Juan 1:27) "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe." (Juan 3:30).

"Señor: ayúdanos a permanecer detrás de Ti, que toda la honra sea para Ti." NO PODEMOS SER POPULARES A COSTA DE LA SANA DOCTRINA y de nuestras convicciones. No podemos hacer populismo religioso. El hombre de Dios debe y tiene que retener la integridad, tanto en lo moral como doctrinal, si queremos recibir la aprobación divina.

  1. EL ORGULLO. Es un mal muy común y su origen está en el diablo. ¿Quiénes, de una forma abierta o solapada, en algún momento y circunstancia de la vida, no lo hemos sentido? Se manifiesta de diferentes formas y maneras, ya sea en la falsa humildad, la fría indiferencia o la soberbia altanera que mira con mal disimulado desprecio al que cree inferior. El espíritu de DIOTREFES busca la preeminencia. ¡Que el Señor nos salve con misericordia de tal calamidad!
  2. QUERER SER MUY POPULAR. Se es un "predicador estrella", cuando se busca el honor y la gloria para uno mismo. Cristo ha desaparecido del horizonte de nuestra vida y naturalmente nuestro ministerio será en vano. Lo anterior, el buscar ser querido a través de una falsa popularidad, es ABORRECIBLE al Señor. El narcisismo es una forma de idolatría y en el presente caso si queremos ser de bendición, hemos de predicar todo el "consejo de Dios", "Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo." (Gálatas 1:10).
  3. DEL AMOR AL DINERO. La escritura enseña que "…Si alguno anhela obispado, buena obra desea." (I de Timoteo 3:1), pero el deseo al pastorado debe ser nacido por amor a Cristo, a su iglesia y al mundo que anda en tinieblas. El desear tal don, como otro cualquiera, es bueno, mas debe haber una conciencia limpia ante el Señor y no segundos motivos. El anciano no debe buscar ser servido, menos pagado, como si el pastorado fuese una profesión para ganarse la vida. El pastorado demanda sacrificios, sufrimientos, renunciación, muchas veces incomprensión del mismo pueblo cristiano y crítica del mundo. Ese sufrimiento era lo que hacía exclamar con dolor al apóstol Pablo, cuando los gálatas se dejaban arrastrar a doctrinas falsas: "Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros…" (Gálatas 4:19).

Ser "buen anciano" es ser derramado en el servicio del Pueblo de Dios. Es amor a los perdidos y desear ardientemente que ellos sean salvos. Es, en fin, ser instrumento del Divino Espíritu: "a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo…" (Efesios 4:12).

Es que la Gracia, en la vida cristiana y de una forma muy especial en el ministerio pastoral, excluye la codicia, el amor al dinero. El querer vivir a ‘cuerpo de rey’ es indigno de un siervo de Cristo. Con lo anterior no quiero decir que es malo tener comodidad. Hay algunos ancianos que tienen medios económicos que El Señor les ha dado en Su Gracia. El pecado no está en tener dinero, si ese dinero nos llega legítimamente, sin que el Espíritu Santo sea contristado. El pecado está en desear ardientemente tener la comodidad que otros tienen y esforzarse sin reparar en los medios para estar en el mismo nivel de otros que tienen más prosperidad. Si el anciano quiere lograrlo usando el ministerio como medio, comete doble pecado. Escrito está, para los pastores: "Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto." (I de Pedro 5:2).

Así como José y María no entendieron al Señor cuando Él les manifestó: "…que en los negocios de mi Padre me es necesario estar…" (Lucas 2:49). Así hay pastores que confunden los "negocios del Padre", con una vulgar transacción comercial, haciendo del evangelio de la Gracia de Dios no "los negocios del Padre", sino su negocio particular.

Que El Señor nos libre a todos sus siervos del terrible pecado de la simonía, para no tener que escuchar: "…Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. 21No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios." (Hechos 8:20-21).

Hermano pastor, nuestro verdadero negocio es hacer la Voluntad de nuestro Padre Celestial y lo demás vendrá por añadidura."

(Artículo impreso originalmente por "LA VOZ EN EL DESIERTO"/Caracas, Venezuela, 1987).

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