Personalmente amo a las asambleas de los "hermanos", como suelen llamarnos otros creyentes. La razón de mi querencia es por lo que ellas han aportado al mundo cristiano como movimiento renovador; el cual tuvo su origen histórico en la Europa del siglo IX.
Su apego a Las Escrituras, su iniciativa de rescatar el modelo de lo que fue la iglesia primitiva, sencilla, evangelizadora, amorosa, santa y Cristocéntrica. Estas virtudes fueron en su origen, sus más importantes distintivos. Sus fundadores y más importantes representantes: A Groves, J. A. Darby, Robert Chapman, George Muller, Henry Ironside, (entre otros), hombres de Dios íntegros, maestros de La Palabra, brillantes expositores de Las Escrituras, los cuales salieron de algunas iglesias protestantes (Anglicana, etc.), en busca de la libertad cristiana que se había perdido en manos de "reverendos, obispos y primados", "fabricados" en los seminarios y "consagrados por la ‘santa’ imposición de manos" de funcionarios eclesiásticos de rango superior y también para proclamar algunas doctrinas fundamentales que estas denominaciones habían echado al olvido o mal interpretado como:
A la luz de la hermosa historia de las Asambleas, que sin duda tuvo su origen como un movimiento espiritual transformador, en el Espíritu Santo de Dios, ¿Qué podemos decir de nuestras asambleas en nuestros días? ¿Hemos conservado estas virtudes y principios que dieron sentido, valor y poder divino a la iglesia del primer siglo como a nuestras asambleas en el siglo IX? ¿No se ha manifestado en algunos líderes la tendencia en ejercer CAUDILLISMO RELIGIOSO, desbordando la autoridad que el Señor ha delegado a los ancianos, en su conjunto, a nivel de asamblea local? "… Y ahora dos palabras para los ancianos de la iglesia. Yo anciano también… alimenten el rebaño de Dios… No por ambiciones económicas… No los traten despóticamente… Guíenlos con buen ejemplo." 1° de Pedro 1:1-3 (Versión Nuevo Testamento "Lo más importante es el amor")
La escritora cristiana Beatriz Garrido nos dice: "Durante años ‘los hermanos libres’ se han distinguido por su celo a ser como fue la iglesia del primer siglo, su envidiable conocimiento bíblico, sus reuniones participativas, su afán evangelizador…" Y yo agrego: su aversión al clericalismo, ceremonialismo, su sencillez lo cual se ha ido perdiendo ante la poderosa influencia de otras iglesias protestantes y la avalancha en su seno de cristianos de segunda, tercera y cuarta generación, los cuales, en muchos casos, han recibido la fe de sus mayores como la "religión evangélica", sin que Cristo haya impactado muchas de estas vidas de una forma significativa.
Tengo la inquietud, el por qué las Asambleas en nuestro medio y quizá en otras naciones no pasan de ser una minoría dentro de otra minoría. Nos enorgullecemos de estar en posesión de la "sana doctrina" y es verdad, sin desconocer toda la rica herencia que las Asambleas recibieron de las iglesias evangélicas que nos antecedieron como movimientos históricos, aún antes de la Reforma de 1517.
Siento dolor y pesar cuando escucho a predicadores "doctos en sana doctrina", exponer en el púlpito, discutir en mesas redondas, puntos de vista personales que ellos presentan como doctrinas fundamentales y como distintivos de "una iglesia del Señor que anda en la verdad, cosas como el número de copas en la cena del Señor, el largo y ancho del velo en las hermanos"; "la herejía" de usar instrumentos musicales en los cultos; la norma "sagrada" traída de otras culturas, de obligatoriamente tener que predicar con saco y corbata para no "pecar por irrespetuosos con el Señor", "lo importante" de no usar vino de fábrica, ni pan de panadería y al cantar "hacerlo con mucha mesura" para no "parecernos a los carismáticos" y por los mismo no reflejar ninguna emoción, "por que eso es de la carne".
Pienso, sin caer en extremismos, que los cultos son una fiesta de amor y adoración y "el aire que se respira" en ellos no debe ser precisamente el de una sala de velación o pieza de hospital.
Me preocupa cuando observo en muchos creyentes la tendencia a ensalzar y "papisar", perdón por la palabrita, a hombres, siervos del Dios altísimo, los cuales, en la inmensa mayoría de los casos, son excelentes cristianos, amorosos, humildes, merecedores de nuestro respeto, gratitud, consideración y amor, pero que en última instancia no son otra cosa que seres humanos y por lo mismo sujetos a fallas, errores y aún a conductas y enfoques doctrinales (no en lo esencial) equivocados, aunque estoy seguro, sinceros.
Es lamentable ver y oír en escritos y predicaciones, como se presentan como distintivos cristianos, cosas secundarias, opcionales y aún culturales, como si de su observancia dependiera una buena relación con Dios; y son posiciones que merecen nuestro respeto, pero que en última instancia son humanas y por lo mismo cuestionables.
El Apóstol de los Gentiles nos ilustra por inspiración divina del distintivo más importante, el cual todos debemos anhelar: "hijitos míos… suspiro por el día en que estén llenos de Cristo." Gálatas 4:19 (Versión Nuevo Testamento "Lo más importante es el amor".)
Creer en Cristo, estar llenos de Él; reflejar en nuestro ser la gloriosa y bendita persona de Cristo nuestro Señor. He ahí el más "grande distintivo".
Decía el predicador Lecaro Tovar, en sentido figurado, "cuando lleguemos al cielo, nuestro pasaporte de entrada tendrá la firma de Cristo escrita con su Sangre".
La escritora cristiana Beatriz Garrido escribe: "Pienso en los distintivos que caracteriazaron a Cristo:
El misionero escocés Knox clamaba con pasión: "Señor, dame a Escocia o me muero". Varios misioneros cristianos en la década del cincuenta dejaron sus vidas en la selva del oriente ecuatoriano por amor a Cristo y a los Aucas. Ante la majestad, y gloria de Cristo, las peleas entre creyentes por tal o cual norma, me parecen (perdón), tristes, miserables y dañinas.
No alcanzo a comprender como ante la incomparable historia del pesebre, la cruz y la tumba vacía, no nos avergoncemos ante posturas sectarias, desamoradas y torpes que rayan en lo absurdo, grotesco y falta de sabiduría. Santiago 3:17. Cuán sabio fue San Agustín de Hipona cuando sentenció: "En lo esencial unidad, en lo dudoso libertad, y en todo amor."
Se nos llena el corazón de dolor y tristeza al observar a líderes cristianos disputando desde los púlpitos lo que ellos consideran de buena fe, "sana doctrina", lo digo sin sarcasmo o burla, pero sí con pena en el alma: mientras las almas se pierden, las herejías prosperan, los débiles se estancan, las Asambleas se dividen entre "puros y torcidos", el no creyente se confunde y ¡el diablo se ríe!
Queridos hermanos: que nos embarque un sentimiento de profundo amor por El que dio su vida por nosotros, nos dice la escritora Beatriz.
Que nuestra actitud de compresión, respeto y gracia para con todos los hermanos, no solo para los que son de nuestras asambleas, sea real: "No finjas amar: ama de veras" Romanos 12:9 (Versión Nuevo Testamento "lo más importante es el amor")
Que muchos de ustedes, amados lectores, se puedan, por la gracia de Dios, desprender de prejuicios, tradiciones e interpretaciones sesgadas y dar paso a un espíritu de discernimiento, este sí con sabiduría del cielo.
Que lo secundario no desplace lo importante, básico, esencial. Que así como el rostro de Moisés brilló, cuando estuvo en la presencia del Eterno (Éxodo 34:29-30). Así la plenitud de Cristo en cada uno de nosotros nos haga resplandecer para gloria de Él y bendición de los que nos rodean. Este es el distintivo que honra a Dios.
Que no se tenga que decir de nosotros como Pablo tuvo que decir con tristeza de los cristianos de Galacia: "Pero si en vez de amarse unos a otros se muerden (como perros) y se comen, ¡cuidado no se vayan a consumir!" Galatas 5:15 (Versión Nuevo Testamento "lo más importante es el amor")
¿Seremos sensibles a la voz de Dios? Él lo anhela ¿Y nosotros?